[Treball fet per la classe de Literatura Castellana el 14 de febrer del 2006] Desde hace un mes aproximadamente, no hay día que al leer el periódico no se encuentre uno con alguna noticia u opinión relacionada con el debate moral que conlleva el último de los conflictos oriente – occidente: la caricaturización (humillación) de un Dios y una religión contra la idea de libertad de expresión y libertad de prensa. Este nuevo conflicto dialéctico se añade a los frentes ya existentes entre la cultura occidental y el mundo oriental árabe: países invadidos, ataques terroristas, amenazas, bombardeos, investigaciones, etc. Estarán ustedes de acuerdo conmigo de que estas caricaturas no son un hecho aislado. Son en todo caso, otra grieta en las inestables relaciones entre el mundo occidental y el mundo oriental árabe. Ante todos estos sucesos, los líderes mundiales responden con orgullo y alardeando de su mano dura. ¿Es, en todo caso, este el camino para llegar a solucionar el conflicto? ¿Existen soluciones alternativas?
Al plantear esta cuestión lo primero que se debe tener en cuenta es que existen diferencias entre los países orientales y los occidentales y que no hay que obviarlas. La forma de entender la vida pasa por varios filtros de diferentes tamaños y características en ambos casos. En el caso del mundo árabe, la moral religiosa constituye un filtro muy importante y se presenta por si sola como forma de vida y de muerte. En el mundo occidental, el filtro no esta tan claro, aún así se percibe una opinión pública creada a partir del capitalismo, la democracia y los derechos humanos.
No es menos cierto que las relaciones entre los líderes de estos dos mundos se basan en intereses económicos y control de los medios de producción y ambos filtros se ven hábilmente manipulados para crear una opinión u otra entre la masa social.
Estos filtros, también entendidos como diferencias sociales, se convierten en conflictos, en causas de problemas cuando chocan entre si. La mutua incomprensión desemboca en la desconfianza y esta lleva al racismo, la falta de respeto, el menosprecio y en último lugar, al odio. Este odio permite entender guerras inexplicables como las de Irak o Afganistán (obviamente, también comprendidas a partir de los intereses económicos de los protagonistas), los ataques terroristas de Nueva York o Madrid, el incremento de grupos ultra abogando a superioridades raciales, la quema de banderas occidentales, las torturas a presos y últimamente las amenazas y provocaciones a partir de unas tiras cómicas caricaturizando al contrario.
Curiosamente, los discursos oficiales, las voces de los líderes mundiales, no son excesivamente sorprendentes: apuestan por el continuismo, en seguir con una guerra no declarada pero si explícita. No dan señales de bajar las guardias y siguen con discursos acalorados declarando que sus principios son los que van a prevalecer en la situación mundial. Es evidente que esto ya no funciona. Se pueden entender las revoluciones de Irak y la quema de vehículos en París como demostraciones que lo que es válido para unos, no lo es para todos. Así pues, teniendo en cuenta esto, ¿por qué no cambian los discursos oficiales? Seguramente hay algo más, escondido a la opinión pública. Solo así puede entenderse que una caricatura dibujada en Septiembre conlleve toda una discusión en Enero.
Sin entrar a valorar o especular intenciones debo proponer humildemente darle una oportunidad a la comunicación. La comunicación consiste en conocer, estudiar, dialogar al diferente para así comprenderlo. El único camino posible para llegar a soluciones productivas para todos es que occidente y oriente se comuniquen entre si, se conozcan, se mezclen, se acepten y finalmente, como consecuencia de todo esto, se puedan respetar. Solo así podremos lograr la paz y la cordialidad entre las naciones del mundo: comunicándonos, entendiéndonos y respetándonos.
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